El Mundo, Viernes 16 de Septiembre de 2005
Al este del desdén
MARÍA JOSÉ FERRER DE SAN-SEGUNDO
La apertura del año judicial, ha venido a poner de actualidad, que desgraciadamente nunca pierde, la llamada violencia familiar: aumentan las denuncias, pero no remiten las muertes. Todavía no nos hemos repuesto del escalofriante verano, especialmente duro en la Comunidad Valenciana que, no sabemos por qué, está bien arriba en este tipo de sucesos.
Hay que celebrar que ésta sea cuestión alejada de la controversia política. Pero, evidentemente, algo falla. Quizá la regulación es insuficiente y, con toda seguiridad, de momento, no está resultando eficaz. Faltan recursos humanos y materiales. Falta coordinación entre administraciones con competencias transversales. Falta una mayor especialización de los intevinientes en los ámbitos policiales, administrativos, sanitarios o judiciales, que deben tener delimitadas con claridad sus funciones, obligaciones y protocolos de actuación. Y cuantas menos interpretaciones particulares de lo que es <
> mejor.
Esa violencia de puertas adentro, que se ceba en lo cercano precisamente por la facilidad que proporciona que lo sea, es de todo género. Pero sigue teniendo destino preferente en las mujeres, incluso entre generaciones adolescentes, afectadas también por esos comportamientos en porcentajes preocupantes.
Y muchas agresiones ni siquiera las conocemos, porque no son denunciadas, o porque no han tenido, aún, un final trágico para el público, aunque hayan marcado, para siempre, la vida de las mujeres que las soportan. De los hombres, también los hay, que las sufren en silencio. O de los niños que, indefensos, las padecen, unas veces como testigos, otras como protagonistas pasivos de manos y corazones duros, ocultos al control médico o a la ayuda psicológica.
Ello sin contar con el tormento <>, más elaborado, en muchas ocasiones acompañado con violencia física de baja intensidad, difícil de demostrar, detectar y aun reconocer por la propia víctima. Interno e interior, por donde se produce y por afectar a lo más personal. Y que, dada su complicada prueba, en muchas ocasiones ni se denuncia, no sea que se considere que es una <> fabricada para el proceso matrimonial, de modo que a la agresión de la pareja se una la de la incomprensión social o judicial.
Los agraciados por la fortuna de no vivir estos infiernos, despertamos cuando, repetidamente, los telediarios nos cuentan cómo va produciéndose suceso tras suceso. Y nos impresionamos, aunque a intervalos. Pero quienes viven, por decir algo, entre desprecios, crueldad, dominación, aislamiento, vejaciones o humillación, requieren recuerdo y acción constante. Sin tregua. Más allá del desdén.