La intervención del Banco de Valencia por el Banco de España ha sido inesperada y sorpresiva. Inesperada porque el BdE no había preavisado, ni dado muestra alguna de esa posibilidad. Y sorpresiva, hasta para los propios Consejeros, en cuanto el Informe de Auditoría fiscalizador de la entidad se había formulado, en este mismo año, sin salvedades.
Pero hay preguntas que merecen contestación y dudas aún por despejar.
¿Por qué, nos preguntamos, el Banco de España no ha dado instrucciones antes, si observaba, como parece se ha producido, una clara exposición y concentración del riesgo en el sector inmobiliario?
¿Por qué, además, en enero de 2011, determinó que el importe que había de provisionar el Banco de Valencia era de 200 millones de euros a 2 años, y solo 4 meses después, en mayo, impulsó una nueva inspección de las Cuentas cerradas en marzo, exigiendo aumentar sustancialmente aquella dotación a 560 millones revisables?
¿Por qué Bankia, surgida del SIP en el que se integró Bancaja, titular a su vez del 38,33% de las participaciones en el capital social del Banco de Valencia, no ha explicitado apoyo, ni ha tomado decisiones de respaldo directo o indirecto, durante estos momentos críticos? ¿Por qué, al contrario, dejó de prestar al Banco de Valencia la confort letter o garantía de solvencia financiera que le venía dando Bancaja, con la incidencia que eso haya podido tener en la devaluación de su calificación?
¿Por qué el BFA-Bankia sumó los activos del Banco de Valencia cuando solicitó ayuda financiera del FROB, pero no ha llegado a éste ninguna parte de los fondos que se recibieron?
¿Por qué José Luis Olivas, dimitió de la Presidencia del Banco de Valencia por “conflicto de intereses” con Bankia donde era Vicepresidente, evidenciando que no eran, pues, coincidentes?
La intervención, por lo demás, produce efectos. Quizá no fueron objetivos de la misma, pero sí están entre sus consecuencias. A saber: 1. Queda fuera de la partida José Luis Olivas, que es quien pactó (en nombre de Bancaja-Banco de Valencia) la fusión (SIP) con Caja Madrid y restantes entidades, y quien, por tanto, conocía en profundidad los entresijos y pactos verbales de la operación. Y ya se sabe que lo que no está escrito… (“quod non est in actis, non est in hoc mundo”). Rato queda sólo al frente, y con menos ataduras; 2. Bankia ve eliminado un competidor importante. Su segundo mercado, tras Madrid, es la Comunidad Valenciana, donde el Banco de Valencia tiene una importante penetración, con un elevado número de clientes; 3. La operación coadyuva a la “concentración” bancaria que persigue el Banco de España; 4. Resulta imposible reponer los depósitos que, en más de 500 millones de euros, se han retirado de las cuentas; 5. El crédito a las familias y financiación a las empresas locales, queda, sin duda, afectado.
Pero hay algo más, en lo que parece no repararse. EL FROB y el BdE quedan solos, sin contrapeso en la propia entidad bancaria, para fijar estimaciones y provisiones. ¿Quién controla, o puede cuestionar, que no sean excesivas o arbitrarias? Por esa vía, con establecer un importe igual o superior al de los fondos propios, el valor de las participaciones en el Banco quedará automáticamente reducido a cero. Y 50.000 accionistas valencianos, perderán por entero su inversión que, en una buena parte de los casos, habían mantenido, sin vender, durante años, por haberlas recibido de generaciones anteriores y por ser el Banco del lugar.
Por todo ello sorprende la levedad de la reacción, con relación a la gravedad del daño, de la política y la sociedad civil valencianas. ¿Qué impacto, y respuesta, tanto institucional como social, hubiera tenido una medida así si la entidad financiera destinataria hubiera radicado en un lugar más reivindicativo? Cataluña, sin ir más lejos… Es más, ¿el BdE –y el Gobierno- se hubieran “atrevido” allí a una actuación de esta dimensión y consecuencias?
Aquí, sin embargo, la noticia se ha amortizado rápidamente, hasta con cierta indiferencia social, más allá de un lamento sordo por la pérdida, dardos aislados de la oposición para rentabilizar la ocasión, y movimientos in extremis desde el Consell y el empresariado valenciano para, al menos, mantener alguna pica en Flandes. Salvar los muebles. O parte de ellos.
El Banco de Sabadell acaba de comprar por 1 euro las acciones de la CAM, que se resistió durante años a la fusión con Bancaja, cuarta y tercera Caja del país respectivamente. Obstáculos por parte de esta última también hubieron. Posteriormente, la unión se hizo ya inviable. Una de las razones, la acumulación de riesgos en los mismos clientes: así, la fusión habría evitado doblar la exposición y concentrar el desarrollo de esta Comunidad en la construcción. Basta recordar que la CAM cambió el sistema informático, haciéndolo incompatible con el de Bancaja, lo que vino a dificultar aún más la alianza. Visto el final, ¿hay alguien dispuesto a reconocer que se ha equivocado?
Lo cierto es que estamos en trance de perder, y no sabemos aún con qué alcance, un Banco histórico. Y la posición de nuestra Comunidad en el sistema financiero español.
¿Se puede dejar caer a una entidad bancaria? ¿Se puede, aún más, provocar su caída, con o sin hoja de ruta? ¿Quién fiscalizará la “bondad” de la operación, que no haya arbitrariedad ninguna y la protección de todos los intereses en juego? Son sólo preguntas. Pero requieren respuesta.
los interrogantes que planteas son en verdad elocuentes. ¿Podría haberse salvado el B de V? Me gustó mucho el latinajo, lo que no está en los escritos no existe.¡Claro!
saludos blogueros.
José Antonio:
Mil gracias por entrar en el blog, leer el post y dejar tu comentario. Seguimos “blogueando”. Saludos. MJFSS